Ustedes vendan, después vemos cómo lo hacemos
Cuando yo trabajaba para
una empresa multinacional, el gerente general convocó a algunos
empleados para que compartan un desayuno con él. Entre ellos estaba
yo. Y él mismo dijo, cuando contaba sobre los nuevos negocios que estaba encarando la compañía, que la instrucción que le dio a su fuerza de
venta era la frase que figura como título de esta entrada: "ustedes vendan, después vemos cómo lo hacemos".
Yo en ese momento me
horroricé, porque justamente estaba trabajando en el área de operaciones y sabía
que eso implicaba un sufrimiento personal. Hoy también me horrorizo,
pero porque entiendo lo perniciosa que puede ser esa estrategia para una compañía, si no está todo cuidadosamente alineado para poder responder a esa consigna.
Antes de asumir un
compromiso con nuestros clientes es fundamental entender si estamos
preparados para cumplirlo. Y aunque esto último parezca una
perogrullada hay muchas empresas que omiten este paso. Y como toda
disociación entre áreas, esto trae costos extras e incluso la
posibilidad de perder al cliente. ¿Cómo reaccionarías si un
proveedor falla en las entregas por falta de capacidad productiva?
Volviendo a la anécdota,
en ese momento nosotros estábamos a plena capacidad, lo cual de por
si no es recomendable. En una industria de capital intensivo como en
aquella que me encontraba, ampliar la capacidad era cuestión de
años, no de unas pequeñas reformas. Además, esta plena capacidad
nos había forzado a no parar la planta productiva para
mantenimiento, con todo lo que ello implicaba.
Dicho en pocas palabras, estábamos en una situación
crítica. Era el momento de detenerse un instante y rentabilizar los
clientes. Pero el gerente general salía desesperado en busca de
nuevos clientes, sin importar el costo final de abastecerlos. Sin
importar si podíamos o no abastecerlos.
Porque la verdad que
gracias a esa estrategia las operaciones estaban tan estresadas que
ya estábamos haciendo absolutamente cualquier cosa, incurriendo en sobrecostos e infeciencias operativas dignas de un manicomio.
La moraleja de todo esto
es que, a menos que se cuente con una flexibilidad importante para
ampliar la capacidad productiva, toda venta que se desea realizar
debe ser sometida a la validación de las operaciones, para que convaliden que es posible cumplir con lo que se promete y a qué costo.
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