Una revisión: los procesos y la gestión del cambio
El cambio hay que gestionarlo:
esto es casi un axioma. Hay muchas voces en contra de esta cuestión
fundamental, pero yo sigo inclinándome por creer que todo cambio
puede ser gestionado. Partiendo de la base que toda transformación
en una organización implica que las cosas se hagan de otra forma,
queda claro que los procesos pasan a ser una cuestión central de la
gestión del cambio.
No existen los cambios de procesos
per se, sino que estos surgen como una forma de canalizar el
cambio en otros aspectos de la organización. Si dicha organización
decide reducir sus costos de operación a través de la inclusión de
nuevas tecnologías productivas, entonces los procesos van a cambiar,
porque la forma de producir impacta en los procesos. Si una
organización detecta que la cultura organizacional es perjudicial a
sus objetivos, transformarla entonces impactará en los procesos,
porque es cambiar la forma en que se hacen las cosas, que en
definitiva es en última instancia cambiar los procesos.
La gestión del cambio no es sólo
una cuestión “soft” es también ir a lo más duro de la
organización: los procesos y los sistemas. Cuando hay que
implementar cambios siempre es necesario gestionarlos, para
asegurarse que se hagan a un costo aceptable, para que se llegue al
objetivo en los plazos estimados y para que el cambio tenga el efecto
esperado y no otro. Por ello es que para gestionar el cambio es
necesario contar con varias herramientas, tanto blandas como duras.
Generalmente es prudente que se
sume algún equipo externos para impulsar el cambio. Si bien la
gestión puede hacerse desde adentro, los externos podrán tomar las
medidas más duras y llevarse la culpa con ellos cuando se vayan,
evitando así la erosión del liderazgo de la organización. Los
externos no tienen “compromisos” con otros miembros de la
organización y señalarán sin pelos en la lengua los focos en los
que se debe actuar.
Cualquier cambio en una
organización debe involucrar a personas dedicadas a los procesos y a
la gestión del cambio, además de quienes están involucrados en las
áreas de conocimiento específicas sobre las cuales se quiere
actuar. Esto no significa que una organización tenga que tener un
área de procesos y una gestión del cambio, pero sí tiene que tener
estas capacidades en algún lado para ponerlas en juego cuando sea
necesario: si no las poseen entonces habrá que contratarlas afuera.
Si el cambio es muy grande la colaboración de un externo se torna
imprescindible.
Gestionar el cambio y trabajar
sobre los procesos siempre requiere capacidades específicas que no
pueden ser suplantadas por el conocimiento del negocio o la propia
organización.
Los procesos y la gestión del
cambio van de la mano para poder llevar adelante cualquier iniciativa
de transformación. El papel y la preponderancia de uno y otro
dependerán de la naturaleza del cambio, pero ambas capacidades
tendrán que estar presentes.
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