Alinear nuestros precios con nuestros costos
A veces nuestros clientes, sobre
todo en las relaciones corporativas, se suelen llevar más valor del
que inicialmente nos hemos comprometido a darles por el precio
establecido. Entregas adicionales, extensiones del horizonte del
proyecto, las disrupciones de las que hablé en la entrada anterior,
etc. ¿Cómo hacemos para lidiar con esta situación?
Muchas veces los comerciales
tienen miedo de poner un freno a los avances de sus clientes. No actúan
con firmeza, comprometiendo incluso la rentabilidad de la cuenta.
Perder un cliente es, para un comercial, algo impensable, cuando en
realidad deshacerse de un determinado cliente puede resultar muy
beneficioso para la organización si es que no se logra cobrarle lo que se le
tiene que cobrar.
Claramente no se le puede cobrar
lo mismo a un cliente que opera dentro de los parámetros de
normalidad que a uno que continuamente nos demanda disrupciones. Un
cliente que hace su pedido con antelación no puede pagar lo mismo
que el que llama una hora antes de que cerremos y quiere el pedido
para hoy. Por una cuestión de equidad natural no pueden recibir el
mismo trato. Y por el otro lado a nuestra organización le conviene
monetizar el valor adicional que está entregando: porque aunque no
lo parezca, aceptar las disrupciones es una forma de agregar más
valor.
La mejor forma de hacer esto es
alinear nuestros costos con los precios. Es decir que cuanto más nos
cuesta a nosotros la disrupción, entonces mayor debe ser el precio,
para que podamos obtener un rédito de cada costo adicional que se nos genera. Además un precio
elevado termina por desincentivar estas disrupciones. Si al cliente
que llama a último momento le cobramos un 5% adicional por entrega
urgente, seguramente la próxima planificará mejor sus compras. Y si
no lo hace, al menos estamos obteniendo un rédito de esta disrupción
que implica un esfuerzo económico adicional para nosotros.
El comercial nos dirá que esto no
se puede hacer porque el cliente se iría con la competencia. Pero
entonces deberemos analizar la rentabilidad de la cuenta, para
entender si realmente el costo total de atender a este cliente
(incluyendo las disrupciones) realmente nos ofrece la rentabilidad
esperada. Tal vez nos convenga incluso cambiar a este cliente por
otros que, o bien estén dispuestos a pagar por las disrupciones que
causan, o bien que trabajen con el orden necesario para minimizar
nuestros costos de atenderlo.
Si aceptar las disrucpiones sin
cobrarle al cliente por las mismas es una estrategia comercial,
entonces debería ser explicitada y se debería medir su rendimiento.
Y esto último, para ser franco, no he visto que ninguna
organización lo hiciera.
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