El fin de los artesanos
En innumerables ocasiones,
mientras realizaba algún trabajo de formalización de procesos, me
encontré con cierta resistencia y un motivo muy claro: “Esto no se
puede estandarizar, hay tantas opciones, tantos pormenores, que es
imposible estandarizarlos”. No era sólo orgullo por la tarea lo que
los movilizaba a hablar de esa forma, sino la sencilla convicción de
que la tarea que desarrollaban era extremadamente compleja y única.
Pero la verdad es que en
negocios no existen los artesanos. Ni siquiera los altos gerentes,
los directores o incluso los gerentes corporativos, son artesanos.
Cuanto más grande la empresa, mayor es el grado de repetitividad de
las tareas, porque el volumen lleva a lograr la masa crítica
necesaria para formalizar todas y cada una de las actividades que
realizan las personas en la empresa.
En empresas más pequeñas
o para las actividades cuyo volumen no justifica una estandarización,
entonces se crea esta ilusión de que se trata de una artesanía. En
realidad uno a veces se encuentra con funciones que concentran
demasiados procesos o que manejan muchas variables. Pero esto no
significa que no se pueda estandarizar.
Es posible a su vez que
uno estandarice sólo algunas partes del proceso. Por ejemplo ante
reclamos de los clientes que pueden tener un contenido demasiado variable, es posible
estandarizar la recepción del reclamos y la respuesta al cliente,
pero sin estructurar todo el proceso de resolución del mismo. Esta
estandarización parcial pretende dejar aquellas decisiones, que en
apariencia son menos estructuradas, libradas al criterio del dueño
del proceso. Claro que esto último tiene un costo desde el punto de
vista del control, pero esa esa es otra cuestión.
Por otro lado esta
percepción de artesanía está vinculado con la falta de una visión
sistémica y de una metodología clara para operar. Ambas cuestiones
que la mirada de un tercero puede ayudar a cambiar.
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