Cambiar los procesos como medio
Se suele creer que hacer
un trabajo de procesos es un fin en sí mismo. Confunde el resultado
visible: generalmente concluye con una serie de mejoras a
implementar y el diseño de nuevos procesos. Por supuesto que hay que
llegar a eso, es una obviedad, pero este tipo de intervenciones
puede tener varios fines.
No debemos olvidarnos que
la forma en que trabajamos y hacemos las cosas no es sólo fruto de
la tarea que debemos desempeñar, sino también de los recursos con
los que contamos, nuestros esquemas mentales, nuestra cultura de
trabajo y de toda la organización que nos rodea. Por eso es que a
medida que una empresa evoluciona es necesario revisar los procesos
de manera sitstemática, porque seguramente ya no se adaptan a la
realidad actual, independientemente de que la tarea a desempear siga
siendo la misma.
Incluso los procesos
pueden resultar en una forma de influir sobre toda la organización
si las cosas se hacen adecuadamente. Si estamos acostumbrados al
control excesivo, cambiar los procesos para reducir los controles
puede generar una gran resistencia. Pero si se decide avanzar con
convicción se puede generar un cambio cultural importante, cambio que necesita ser gestionado para que los nuevos procesos puedan
ser implementados y que se pueda capitalizar el impacto en la
cultural organizacional. En este caso lo importante es entender que
el foco no está en los procesos, sino en toda la transformación
que una intervención a este nivel puede desencadenar.
Si bien en general se
piensan los cambios en procesos como una necesidad que surge de una
transformación organizacional más grande, como puede ser un nuevo
producto, un nuevo negocio o un nuevo modelo de negocios, puede
suceder al revés. Una intervención en procesos puede ser utilizada
para romper con la inercia y comenzar con un cambio desde la forma de
trabajo, para impactar directamente en la cultura de la empresa o
sector.
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